En los años 80, cuando ya era un hombre próspero y famoso, Gabriel García Márquez se podía permitir el lujo de pasar tiempo y gastar dinero en los lugares que había tenido que prohibirse un cuarto de siglo antes: el Café de Flore, Les Deux Magots, la Closerie des Lilas, La Rotonde, La Coupole, Le Select, etc. Nunca escribiría sus libros y artículos en los cafés y bares, sin embargo: es más, en pocos años sería uno de los primeros novelistas latinoamericanos en escribir una novela, El amor en los tiempos del cólera (1985), su única novela parcialmente francesa, con computadora.
«Los escritores que escriben a mano, y que son más de lo que uno se imagina, defienden su sistema con el argumento de que la comunicación entre el pensamiento y la escritura es mucho más íntima, porque el hilo continuo y silencioso de la tinta hace las veces de una arteria inagotable. El famoso café de Flore, de París, llegó a ser uno de los más conocidos de su tiempo porque allí iba Jean Paul Sartre todas las tardes a escribir las obras que todos esperábamos con ansiedad en el mundo entero».
Gabriel García Márquez, «El amargo encanto de la máquina de escribir», El País, 7 de julio de 1982 (ver Gabriel García Márquez, Notas de prensa 1980-1984).
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