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Las huellas de la cultura en español

El Burdeos de los Afrancesados

Paseo por algunos de los lugares de la ruta de los Afrancesados y Liberales en Burdeos.

Afrancesados y Liberales en Burdeos

Entrevista con el historiador David Aller, autor de la ruta.

Cronología

1813: El 17 de mayo José Bonaparte abandona Madrid. Junto a él, colaboradores y afrancesados españoles parten al exilio. El 21 de junio tiene lugar la Batalla de Vitoria y el 30 de octubre las tropas francesas capitulan en Pamplona. En diciembre, Napoleón y Fernando VII firman el Tratado de Valençay por el cuál se reconoce a Fernando como rey legítimo de España. Perdiendo todo efecto el Estatuto de Bayona (1808), José Bonaparte se ve obligado a renunciar a la Corona de España.

1814: El 22 de marzo Fernando VII regresa a España. El 12 de abril sesenta y nueve diputados partidarios del Antiguo Régimen conminan al rey a que restablezca el absolutismo, a través del «Manifiesto de los Persas». El 4 de mayo, mediante un Decreto real expedido en Valencia, el rey deroga la Constitución de 1812 y todas las leyes y decretos que durante su vigencia entraron en vigor. Abolidas las Cortes de Cádiz, el rey regresa a Madrid. Sexenio absolutista (1814-1820).
En Francia, Luis XVIII concede al país una «Carta constitucional» reservándose el poder ejecutivo y la iniciativa legislativa.

1815: Tras la firma del Tratado de Fontainebleau, el 11 de abril, y con Napoleón confinado en la isla de Elba, las potencias europeas se reúnen en Viena con el fin de restaurar el absolutismo en los reinos europeos. Mediante tratado, se formaliza una solidaridad contrarrevolucionaria europea que consagra el principio de injerencia con el fin de sofocar cualquier revolución o pronunciamiento liberal allá donde se produjera. Se procede a la creación de la Santa Alianza por Rusia, Austria y Prusia. Entre el 1 de marzo y el 22 de junio, Napoleón desafía a la Europa aliada. El Imperio de los Cien Días, último coletazo del proyecto bonapartista, es aniquilado en Waterloo por los ejércitos comandados por Blücher y Wellington.

1820-1823: Pronunciamiento constitucional de Rafael de Riego en Las Cabezas de San Juan (Sevilla), el 1 de enero de 1820. El rey Fernando VII se ve obligado a jurar la Constitución de 1812, el 8 de marzo. Inicio de una época de inestabilidad debida a la escisión de los liberales entre doceañistas y los partidarios de la elaboración de una nueva Constitución, o veinteañistas. Se suprime la Inquisición, se instituye la Milicia Nacional para la defensa del régimen liberal en todo el territorio nacional y se promulga una amnistía para los presos y exiliados del Sexenio absolutista.

1823-1833: En el Congreso de Verona (22 de agosto de 1822), Fernando VII solicita, sirviéndose del principio de injerencia vigente durante la Restauración, la intervención de la Cuadrúple Alianza y Francia en España para acabar con el régimen constitucional. En abril de 1823, un ejército de 95.000 hombres denominado los «Cien Mil Hijos de San Luis», penetra en España bajo el mando del Duque de Angulema. Tras liberar al rey, que se hallaba rehén en Cádiz, y derrotar al ejército constitucional, Fernando VII es restituido como monarca absoluto en octubre. Inicio de la Década Ominosa (1823-1833). En Francia, la Revolución de Julio (1830) pone fin a la Segunda Restauración borbónica con el derrocamiento de Carlos X, que había sucedido en el trono a su hermano Luis XVIII cinco años antes. Luis Felipe de Orléans es proclamado «Rey de los franceses».

 

Afrancesados y Doceañistas

Afrancesados y Doceañistas: enemigos en la guerra y compañeros en la derrota
El fracaso de la revolución y el exilio liberal e ilustrado (1814-1820 / 1823-1833)

Todo ejercicio de comprensión del convulso panorama político, social, económico y cultural de España a partir de 1814, debe inscribirse en el contexto más amplio de estudio de la Europa posnapoleónica y, en especial, del período que va entre 1815 y 1848. El restablecimiento de la Monarquía fernandina, las sucesivas aboliciones y restauraciones del Antiguo Régimen, las emigraciones políticas josefinas de 1813, realistas de 1820 y doceañistas de 1814 y 1823, se inscriben en el contexto europeo decimonónico de formalización de una solidaridad contrarrevolucionaria europea plasmada, en lo jurídico, en el sistema internacional de Metternich, incubado en el Congreso de Viena (1815) y perfeccionado, posteriormente, a través de la instaurada práctica congresual. El concierto político europeo en torno a la doctrina contrarrevolucionaria tendrá su expresión más inmediata en el establecimiento del principio de injerencia y los pactos de la Santa Alianza.

El relato desde una perspectiva puramente nacional de los acontecimientos históricos españoles desde el fin de la Guerra de la Independencia hasta el término del reinado de Fernando VII (1833), estaría plagado de paradojas inexplicables, sin una referencia constante al clima de solidaridad internacional liberal y contrarrevolucionario que, en lo ideológico y en lo jurídico, tuvo lugar durante la primera mitad del siglo XIX en el continente europeo. ¿Cómo explicar la postura de los patriotas gaditanos que al tiempo que defendían la independencia de la Nación, enarbolaban los principios revolucionarios del invasor? o, ¿cómo concebir, volviendo a los josefinos, las persecuciones y seguimientos de las que serían objeto, en la propia Francia, durante el reinado de Luis XVIII? Y aún más paradójico, ¿cómo explicar que liberales y afrancesados o, lo que es lo mismo, españoles fieles al Rey Deseado y al Rey Intruso, se vieran abocados al exilio nada más acabar la guerra en la que se enfrentaron? El estudio del exilio afrancesado y constitucionalista posterior al «Manifiesto de los Persas», no puede explicarse teniendo como exclusivo marco de referencia la Guerra de Independencia (1808-1814) en clave nacional (colaboracionistas vs. patriotas) o legitimista (josefinos vs. fernandinos), sino que se incardina en el contexto de la Europa de la Restauración y se explica en base al triunfo momentáneo en España, de una de esas dos categorías políticas, jurídicas, económicas, sociales y morales de vocación europea y universal, como era el absolutismo y a la que ninguno de los dos grupos pertenecía.

Los liberales, no querían la guerra sin revolución, como pretendían los realistas, pero tampoco la revolución sin guerra, como pretendían los «afrancesados», o al menos una minoría de ellos, pues la mayor parte de los que se doblegaron ante el Rey Intruso más que revolucionarios eran reformistas ilustrados. Los liberales querían resistir a las tropas enemigas, pero, a la vez, defender sus ideas. Guerra y Revolución. Revolución y Guerra. He ahí su grande y espinosísima tarea.

Ganar ambas era tarea harto ambiciosa. Una vez ganada la guerra, fue derrotada la revolución. Los afrancesados perdieron ambas, a los liberales de nada les sirvió haber contribuido a ganar la primera. Si el Estatuto de Bayona perdía todo efecto legal con la firma del Tratado de Valençay y forzaba la expulsión de los ilustrados españoles adictos a la causa bonapartista en 1813; el 4 de mayo de 1814, mediante Decreto firmado en la ciudad de Valencia, Fernando VII abolía la Constitución de Cádiz y todas las leyes y disposiciones normativas aprobadas durante su vigencia. Con el inicio del Sexenio absolutista (1814-1820), los liberales españoles habrían de esperar en el exilio a un 1 de enero de 1820, para poder volver a soñar con la conciliación de la voluntad de la ley y la de su rey.

David Aller Soriano

VARELA SUANZES, J; «La Constitución de Cádiz y el Liberalismo español del siglo XIX», en Revista de las Cortes Generales, n.º 10, Madrid, 1987, p. 30.

Afrancesados y liberales en Burdeos

Exiliados afrancesados y liberales en Burdeos

Caminar por las calles de Burdeos supone transportarse, de facto, a la Francia del XVIII. De la plaza de Grands Hommes nacen y se disponen, en forma de rayos de sol, las calles que portan los nombres de Voltaire, Rousseau, Montaigne y Montesquieu. Burdeos, no podemos obviarlo, es cuna de estos dos últimos. A pocos metros de esta Plaza, la calle Esprit des Lois, rinde homenaje a la obra sumaria del bordelés universal que con sus principios de igualdad y libertad, esculpió las formas de los emergentes regímenes contemporáneos.

Y como los tres poderes de Montesquieu, tres son los lados que delimitan el corazón, el alma, de esta ciudad de las luces. En forma de triángulo equilátero, símbolo de la armonía y la igualdad que promueve la ley, se dibuja el quartier a través del cual seguiremos los pasos de nuestros compatriotas.

En la parte más alta de este Triangle d’Or se alza, con sus formas neoclásicas y simulando el ágora de la nueva polis, el Gran Teatro, obra magna de Victor Louis.

Por las calles de esta ciudad, transposición arquitectónica del espíritu de la Ilustración, vivieron, como diría Ortega, «sorbiendo sus alborozos, apurando sus amarguras, aguantando sus dolores, hirviendo en sus entusiasmos», Francisco de Goya, Leandro Fernández de Moratín, Manuel Silvela, el Marqués de San Adrián o el antiguo Virrey de Nueva España, el también navarro, Miguel José de Azanza.

Reformistas ilustrados, los unos, liberales revolucionarios, otros; todos fueron víctimas en 1813, en 1823, o en ambas ocasiones, de la expulsión promovida por Fernando VII. Fieles a «La Pepa» o afrancesados, a todos les unía su anti-absolutismo y el ser emigrados políticos por oponerse a su rey.

Burdeos fue para ellos la ciudad lo suficientemente cercana a España, como para mitigar la añoranza; lo deseablemente culta, como para elevar su espíritu inquieto; lo necesariamente distante, como para evitar el afán de revancha de sus enemigos.

En ella cultivaron sendas amistades con la burguesía local, y apellidos como Davroy, Brosse o la figura de Joseph Galos, se confunden con la propia historia de estos españoles que, mostrándonos hasta que punto las identidades son múltiples y compuestas, devendrían también bordeleses.

En esta ciudad, Silvela prosperó en sus negocios, Moratín gozó en sus teatros y el Marqués de San Adrián continuó siendo el «Maestro de ceremonias» de la comunidad española, a pesar del exilio y eclipse de José I.

Llegaron al país vecino con todo su patrimonio y se beneficiaron de una renta anual de 10.000 francos hasta la caída definitiva del Imperio. Los afrancesados dejarían de complacer a las autoridades francesas cuando la revolución también fue derrotada en el país galo. Los josefinos serían considerados tan enemigos de su legítimo rey, Fernando VII, como del rey de Francia, Luis XVIII, en la medida en que el absolutismo triunfaba en Europa tras el destierro definitivo de Napoléon en Santa Elena y la reorganización del mapa europeo pactado en Viena. Pero su patrimonio personal les permitió vivir con desahogo y holgura y los seguimientos de los que fueron objeto, no les impidieron cultivar una rica vida social y emprender, en algunos casos, empresas de éxito.

Hoy, doscientos años después, las celebraciones de la promulgación de la Constitución de Cádiz, nos dan la oportunidad de devolverle el pálpito a aquel Burdeos de principios del siglo XIX. Hoy podemos, siguiendo los pasos de tan significativos personajes de la historia y cultura españolas, volver a descubrir esta ciudad de acogida, símbolo mineral del Siglo de las Luces.

David Aller Soriano

«Triángulo de Oro» es la denominación que los bordeleses dan al centro de su ciudad.
ORTEGA y GASSET, J; En torno a Galileo, ed. Revista de Occidente, Madrid, 1956, p. 1.

Inicio:
Antiguo emplazamiento del Consulado de España
Fin:
Colegio de jóvenes españoles
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Afrancesados

«Reformistas, liberales, afrancesados… separados ideológicamente, unidos en contra del rey, exiliados en Burdeos»

Ruta Temática (1813-1823)

Entre 1813 y 1823 centenares de disidentes, entre ellos tres alcaldes de Madrid, numerosos nobles, Goya, e incluso un virrey de México, se instalaron en Burdeos tras ser expulsados de España por Fernando VII. Divididos entre reformistas ilustrados, liberales revolucionarios y afrancesados, estaban enfrentados ideológicamente pero unidos por su antiabsolutismo y por ser emigrados políticos por oponerse a su rey.

Autor de ruta: David Aller

El Burdeos de los Afrancesados

Afrancesados y Liberales en Burdeos


Afrancesados en Burdeos

Afrancesados

Antiguo emplazamiento del Consulado de España

Lugar # 1 | rue Parlement-Sainte Catherine, 28 | 33000 | Burdeos

Para los liberales españoles, el Consulado era, paradójicamente, un lugar a evitar porque el Cónsul recibía información sobre sus actividades de la
policía francesa.

Prefectura

Lugar # 2 | Rue Vital Carles 17 | 33000 | Burdeos

Aquí acogieron Silvela y Moratín a Goya en 1824. Desde 1823 el Colegio recibió nuevas oleadas de exiliados.

Residencia de los Condes de Sástago

Lugar # 3 | Cours de l’Intendance 62 | 33000 | Burdeos

Lujosa vivienda de Paula Magallón, hija de otro destacado exiliado español: el Marqués de San Adrián.

Casa Goya-Pío Molina-Instituto Cervantes

Lugar # 4 | Cours de l’Intendance 57 | 33000 | Burdeos

En este edificio, actual sede del Instituto Cervantes, murió Goya y vivió el antiguo alcalde de Madrid, Pío de Molina.

Relojería Brosse

Lugar # 5 | Cours de l’Intendance 30 | 33000 | Burdeos

Aquí se hallaba la relojería de Valentin Brosse, en el seno de cuya familia viviría el
pintor e íntimo amigo de Goya, Antonio Brugada.

Gran Teatro

Lugar # 6 | | | Burdeos

Las noches de exilio de Moratín fueron noches de teatro. Ocupaba el mismo palco y dejó prolijo testimonio de la vida cultural de la ciudad.

Galerie Bordelaise

Lugar # 7 | Rue des Piliers de Tutelle | 33000 | Burdeos

Considerada monumento histórico fue inaugurada como «Galerie De la Torre» por su promotora, la rica veracruzana Ramona de la Torre.

Residencia de la Marquesa de Castel Bravo

Lugar # 8 | Cours de Chapeau Rouge 18 | 33000 | Burdeos

Aquí se instaló la Marquesa al exiliarse de España, periodo en el que separó de su marido.

Hotel Quatre Parties du Monde

Lugar # 9 | rue Esprit des Lois 23 | 33000 | Burdeos

En este hotel vivieron la familia política de Goya y el sacerdote amigo del pintor, Bernardino Amati.

Residencia del Marqués de San Adrián

Lugar # 10 | rue Mautrec 1 | 33000 | Burdeos

El Marqués, uno de los jefes josefinos de la ciudad, dejó
Tudela por esta residencia en el corazón de Burdeos.

Iglesia de Notre Dame

Lugar # 11 | Rue Mably 1 | 33000 | Burdeos

Templo por excelencia de la comunidad española, aquí se celebraron las bodas de los hijos de Silvela, los funerales de Goya y de la Condesa de Sástago.

Parada de la diligencia

Lugar # 12 | Place de Tourny | 33000 | Burdeos

Goya, Moratín o Silvela dejaron en esta plaza de Tourny su primera huella
en Burdeos. Aquí llegaba y de aquí partía la diligencia.

Chocolatería de Braulio Poc

Lugar # 13 | | | Burdeos

El antiguo local del aragonés Braulio Poc, artesano chocolatero y liberal convencido, era punto de reunión de los exiliados, entre ellos de Goya.

Calle de los exiliados españoles

Lugar # 14 | Rue Huguerie y rue Lafaurie Mondadon | 33000 | Burdeos

Las entonces denominadas calles de la Grande Taupe y de la Petite Taupe, acogieron a españoles anónimos e ilustres de rentas más modestas así como a un Virrey de Nueva España.

Colegio de jóvenes españoles

Lugar # 15 | Rue David Johnston 44 | 33000 | Burdeos

Manuel Silvela fundó aquí el Colegio para los jóvenes españoles. Residió Moratín.

La anécdota

Los liberales españoles consideraban al Consulado de España en Burdeos como un lugar peligroso porque el Cónsul recibía información sobre sus actividades de parte de la policía francesa. Uno de los prefectos llegó a sugerir que los afrancesados y liberales españoles, por ser antimonárquicos y no aceptar ni al rey de España ni al de Francia, debían ser «confinados en una fortaleza de una ciudad de Flandes como prisioneros de guerra». Uno de los más vigilados era el dramaturgo Leandro Fernández de Moratín quien ocupaba un palco en el Gran Teatro vecino al del prefecto de Burdeos, lo que éste consideraba como una «desfachatez» por su parte.

La sugerencia

Aunque de acceso restringido, se recomienda desplazarse al antiguo Colegio de los Jóvenes Españoles (Hôtel Barada) y a la actual sede de la Prefectura, antiguo Palacio del Mariscal Richelieu, en los que residieron algunos de los más destacados intelectuales y artistas españoles exiliados en Burdeos como Manuel Silvela, Goya o Moratín quien decía que en el Jardín de la Prefectura se sentía «como Adán en el paraíso». Un paseo por los tres puntos de la ruta en el Cours de l’Intendance que desemboque en la Plaza de la Comedie, donde se ubican el Gran Teatro, que frecuentaba Moratín, y la elegante residencia del Marqués de San Adrián y muy cerca la Iglesia de Notre Dame, pueden resumir muy bien la esencia de la ruta.