En 1956 Plinio Mendoza sí podía permitirse el lujo de invitar a su amigo a tomar una cerveza en el café donde se mezclaban Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus, Juliette Gréco y los jóvenes directores de la nouvelle vague y donde en décadas anteriores escritores y artistas como Picasso, Joyce, Brecht y Hemingway se encontraban o veían pasar la vida. Sin embargo, París también era, como siempre, la capital mundial de las discusiones y controversias políticas, y Gabriel García Márquez y Mendoza y sus amigos relacionarían muchos cafés y cervezas con otros muchos acontecimientos políticos.
Los férreos dictadores militares de América Latina, que habían llegado al poder mediante golpes de Estado en aquella década del cincuenta, se estaban cayendo, uno tras otro, como manzanas podridas. Odría había caído en el Perú en 1956. Un año después, en Colombia, había caído Rojas Pinilla (la noticia, discretamente publicada por Le Monde, nos había llegado una tarde de mayo a la terraza del Deux Magots).
Plinio Apuleyo Mendoza, La llama y el el hielo, Planeta/Seix Barral, Barcelona, 1984.
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