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«En Burdeos terminaron para siempre las peregrinaciones de la peruana pionera del feminismo y del sindicalismo».
En Burdeos murió y está enterrada la escritora Flora Tristán, una de las más destacadas precursoras del sindicalismo y del feminismo, abuela del pintor Paul Gauguin y protagonista de una novela histórica de Mario Vargas Llosa. La autora de La Unión obrera viajó en seis ocasiones a la ciudad del Garona, y de Burdeos partió en barco rumbo a su país de ascendencia: el Perú.
Flora Tristán fue enterrada en Burdeos tras su muerte el 14 de noviembre de 1844. No supo ella, sin embargo, en sus días de agonía, que su amigo, confidente y protector, el joven español Felipe Bertera, había muerto el 8 de abril del mismo año en la misma ciudad siendo cónsul del Perú. La relación entre Felipe y Flora es, desde todo punto de vista, fascinante: ambos mueren jóvenes (él con 37 y ella con 39 años), en 1833 habían compartido el mismo desarraigo, la pérdida de su familia y se habían hecho confidentes. A pesar de que no se volvieron a ver, Bertera fue el encargado de enviarle dinero por varios años a París lo que le permitió a ella escribir sus primeros libros. Esta imagen de sombra vigilante ha sido ficcionalizada por Mario Vargas Llosa en El Paraíso en la otra esquina como El Eunuco Divino. Las coincidencias no terminan allí: el 30 de noviembre del mismo año fallece en Burdeos, a sus 74 años, don Pedro Mariano de Goyeneche y Barreda, tío de Flora Tristán.
Muchos de los eventos trascendentales en la vida de Flora se decidieron a partir de casualidades. Así, podemos, por ejemplo, pasear bajo los árboles del Jardin Public recordando las conversaciones que mantuvo con Felipe Bertera sin saber que este sería su protector económico durante varios años. También podríamos caminar por la calle Bahutiers donde vivían los Lemmonier, quienes, a pesar de las diferencias ideológicas con Flora, se encargaron de ella desde el día de su accidente en el Grand Théâtre. Por otro lado, es una obligación visitar la tumba y el monumento a Flora Tristán en La Chartreuse, que se erige gracias a la colaboración de los obreros de toda Francia, a pesar de que, ella había decidido donar su cuerpo a la ciencia.