Ahí nace su hijo Güicho (Rubén Darío Sánchez), el único sobreviviente de los tres hijos que concibe con Francisca Sánchez del Pozo. Es también en esta casa donde Darío escribe una carta para Miguel de Unamuno en respuesta a una alusión (A Rubén se le ven las plumas [de indio] bajo el sombrero). La carta termina con la frase «Sea, pues, justo y bueno» que Unamuno retomará cuando muera Darío, para el elogio fúnebre que publicará en la revista Summa (1916), donde se retractará y lamentará el incidente.
«Mi querido amigo: Ante todo para una alusión. Es con una pluma que me quito de debajo del sombrero con la que le escribo. […] Usted es un espíritu director. Sus preocupaciones sobre los asuntos eternos y definitivos le obligan a la justicia y a la bondad. Sea, pues, justo y bueno. Ex toto corde». Rubén Darío
Carta de Rubén Darío a Miguel de Unamuno, 5 de septiembre de 1907.
J.Jirón Terán, y J.E. Arellano, Cartas desconocidas de Rubén Darío, 1882-1916
«En esos días Rubén Darío vino a habitar en el Barrio Latino, calle Corneille. Yo vivía a un paso, en la calle Casimir Delavigne. Casi todas las tardes iba a reunirme con él, en su salón decorado por una gran reproducción de Paul Verlaine del pintor apellidado Carrière y por un excelente retrato suyo de 1907 que acababa de hacer un pintor mexicano».
Francisco Contreras. Rubén Darío. Su vida y su obra.