Como Alejo había sido pianista y yo también, traía a menudo a casa obras de piano a cuatro manos que compraba en la tienda Pugno, cerca de Saint-Michel : las Piezas en forma de pera de Érik Satie, y Danzas de Cuba, de García Caturla, entre otras.
En nuestra casa en Sèvres, muchas veces no podíamos tocar por el barullo que armaban mis hijos ensayando música rock en el garaje. Alejo quiso un día bajar a escucharlos in vivo. Le gustaba aquella música; siempre había sido partidario de innovaciones y experimentos. Al final les dijo:
Me parece que el color de vuestra música es demasiado anglosajón. Habréis de transplantarla a nuestras tierras.
Dos días después salía para Cuba. Volvió al cabo de un mes con un regalo para el grupo de mi hijo, Mano Negra: una clave ñáñiga que transformó el estilo del grupo y que Manu (Chao) utiliza aún hoy a menudo.
Ramón Chao