El París de Jorge Edwards es un rompecabezas de fragmentos consagrados al disfrute y la contemplación. Salir de una librería (La Hune), sentarse en un café (Les Deux Magots) y sucumbir al hechizo de una torre medieval (Saint-Germain).
La cita no puede ser más rotunda:
«Salimos de la librería y nos sentamos en la terraza del Deux Magots, frente a la torre de la iglesia de Saint-Germain, que nunca me canso de admirar, que se perfilaba, a esa hora, en su sencillez medieval, teológica, contra un cielo soleado y moteado de nubes blancas».
(El origen del mundo, pp. 91-92)