Como todos los artistas y escritores en París, Jorge Edwards tiene sus cafés favoritos, entre los cuales destaca de manera especial «Le Dôme», omnipresente en sus ficciones y memorias parisinas. Cuando Edwards lo frecuentó no era el carísimo restaurante que es hoy, sino un café barato y literario, vecino de la «Calle del Hambre» y que hervía de latinoamericanos que apenas llegaban a fin de mes:
«Frente al Dôme, en el vértice del ángulo agudo formado por la Rue Delambre y el Boulevard de Montparnasse, vértice que pertenece, como todos saben, a muchas mitologías, a la sudamericana, desde luego, y a una que otra metafísica».
(El origen del mundo, Tusquets, p. 16)