Al llegar a París, el 25 de enero de 1939, tras un tortuoso viaje en el transatlántico «Paris», procedente de Nueva York, que alcanzó suelo francés en el puerto de Le Havre, Frida Kahlo se instaló en el apartamento de André Breton, quien la había invitado a exponer en una galería parisina durante un viaje que el líder de los surrealistas había realizado meses antes a México, en septiembre de 1938.
Pero Frida no resistió más que unos pocos días en la morada de Breton y su esposa entonces, Jacqueline Lamba, y la abandona quejándose de la calidad y de la escasez de comida, de la poca higiene, de su habitación y de la falta de agua caliente.
«La casa de los Bretón consiste en dos cuartos de lo más pinche que puedas imaginarte atestados de chivas surrealistas desde el techo hasta el último rincón, el común queda afuera de la casa (…) La casa en general se cae de mugre y las camas de chinches (…) Ya llegué tan cansada y nerviosa que no dormí ni un instante esa noche. Además, me pusieron a dormir en el cuarto de la chamaca (…) y ellos se acostaron en el estudio, en un chaiselong angostito incomodísimo».
«(…) en cada detalle sentía yo que verdaderamente hacían un esfuerzo por disimular pero se veía a las claras que yo estorbaba y que los pobres querían quedar bien conmigo. Para esto, los baúles grandes no cupieron en la casa, y los regresaron a la estación. Yo me valí de este pretexto para tomar un cuarto en el hotel pues no había manera de que me quedara yo sin ropa que ponerme».
(Carta de Frida Kahlo a Diego Rivera fechada en París, el 28 de enero de 1939)
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