«El Louvre fue donde Cortázar hizo un curso de aprendizaje de la mirada sostiene el autor de la Ruta y de Cortázar de la A a la Z», Carles Alvarez Garriga.
Gracias a un pase permanente que recibió a su llegada a París, en 1951, el escritor frecuentó el museo, a diario, hasta 1953.
«Le dedicó todas las tardes, durante dos años, lo que son alrededor de seiscientas visitas al Louvre. En la correspondencia con su amigo Eduardo Jonquières, que en ese momento estaba viviendo en Buenos Aires, le cuenta: he empezado la visita a los Sumerios. Y un mes después: ya he terminado la sala de los Sumerios, paso a los fenicios. Eso representa que a una pequeña estatuita de una princesa sumeria le dedicó ochenta horas de mirar. Estaba fascinado por el arte primitivo».
(Carles Alvarez Garriga en entrevista con Rutas Cervantes)
Ese afán por conocer en detalle las colecciones del Louvre aparece mencionado además en Rayuela:
«Y algunas tardes cuando me había dado por recorrer vitrina por vitrina toda la sección egipcia del Louvre, y volvía deseos de mate y de pan con dulce, te encontraba pegada a la ventana, con un novelón espantoso en la mano».
(Rayuela, capítulo 34)