
Bergamín comía, cada quince días, en el restaurante Vagenende con su amigo y confesor el abate Daniel Pézeril, párroco de Saint-Séverin.
Yo bajaba cada quince días, los miércoles, al Boulevard Saint- Germain, para comer con Bergamín chez Vagenende, antiguamente restaurante de estudiantes. A nuestro amigo le divertía la decoración de 1900 y los espejos en los que los clientes se reflejaban hasta el infinito. Nos instalábamos si era posible en una mesa pequeña, cara a cara. Pero enseguida, gracias a él, estábamos muy lejos.
(Adieu à José Bergamín. Passage des vivants, Daniel Pézeril)
Se puede uno imaginar que fue allí, en Chez Vagenende, cara a cara delante de una mesita, donde el abate Pézeril convenció a Bergamín de no considerarse en absoluto como un excomulgado y en este sentido interpretó lo que escribió un poco más tarde (el 21 de enero de 1958) a su amiga María Zambrano: «Yo estoy muy contento de haber vuelto a la comunión de nuestra Iglesia».
(«Le premier exil de José Bergamin à Paris (1955/58)», Roselyne Chenu en José Bergamín et la France)