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Las huellas de la cultura en español

rue de Varennes

3 | Residencia de Louis Aragon
rue de Varennes 56 | 75007 | París

En los años sesenta, en sus asiduas estancias en París, Neruda rara vez dejó de visitar el apartamento de Aragon y Elsa Triolet, situado al frente del Hôtel Matignon, residencia y despacho del primer ministro del Gobierno francés. Louis Aragon pasó a ser en Francia uno de los referentes permanentes de Neruda. Se conocieron en 1937, cuando éste desembarcó en París luego de haber perdido el consulado chileno en Madrid. Luis Aragón era sin duda uno de los intelectuales más brillantes de la literatura francesa del entreguerras.

«Muchas veces pasé viendo vivir o viviendo con los Aragon. Es natural que la inteligencia creadora, la sutileza y la alegría, la pasión y la verdad, nos dejen siempre una lección. A mí, por lo menos, me hacen reconocer mis propias y aberrantes limitaciones».

(Pablo Neruda, Para nacer he nacido, Seix Barral, 1978).

«Si los poetas contestaran de verdad a las encuestas largarían el secreto: no hay nada tan hermoso como perder el tiempo. Cada uno tiene su estilo para ese antiguo afán. Con Paul [Éluard] no me daba cuenta del día ni de la noche que pasaba y nunca supe si tenía importancia o no lo que conversábamos. [Louis] Aragon es una máquina electrónica de la inteligencia, del conocimiento, de la virulencia, de la velocidad elocuente. De la casa de Éluard siempre salí sonriendo sin saber de qué. De algunas horas con Aragon salgo agotado porque este diablo de hombre me ha obligado a pensar. Los dos han sido irresistibles y leales amigos míos y tal vez lo que más me gusta en ellos es su antagónica grandeza».

(Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Seix Barral, 1974).

«Una de esas noches, Neruda, Matilde, Pilar y yo fuimos a cenar a la casa de los Aragon. Esto ocurría en vísperas de nuestro regreso a Chile, en la primavera francesa de 1967. Tocamos el timbre, junto al formidable portón del siglo XVIII, y Neruda anunció, con una voz un poco acontecida: ¡Vamos a tener que ser inteligentes toda la noche!».

(Jorge Edwards, Adiós, Poeta, Tusquets Editores, 1990).

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