Avenue Sufren

Este conjunto de locales de anticuarios, en las cercanías del edificio de la Embajada de Chile, era uno de los sitios que Neruda visitaba regularmente en busca de alguna pieza que colmara su brío coleccionista: desde botellas estrambóticas, caracoles inimaginables, libros incunables o mascarones de proa, por no hablar de lámparas y fósiles. Nunca vaciló ante una pieza que pudiera integrarse en alguna de sus casas atiborradas de objetos venidos de todo el mundo.

«Parecía que el coleccionismo de Neruda, en una forma que coincidía con su reflejo creativo, había llegado al exceso, y las habitaciones de nuestro departamento, que tenían por suerte suficiente espacio, se llenaban de cajas, de cachivaches, de objetos heterogéneos que habían sido despachados desde la ciudad de Budapest, o desde las secciones de menaje de las galerías Printemps, o desde el Village Suisse o el Mercado de las Pulgas».

(Jorge Edwards, Adiós, Poeta, Tusquets Editores, 1990).