Paz vivió su primer periodo parisino abocado a tareas administrativas relativamente modestas. Se dedicaba a escribir en las horas muertas, o robadas a los informes oficiales. A aquellos años se deben libros capitales como El laberinto de la soledad, esfuerzo supremo por pensar México, o ¿Águila o sol?, un libro único, irrepetible, con poemas en prosa cuya intensidad hace de algunos de ellos verdaderas videncias.
«Y llenar todas estas hojas en blanco que me faltan con la misma, monótona pregunta: ¿a qué horas se acaban las horas?».
(Octavio Paz, «Visión del escribiente», en Arenas movedizas).