
Durante cuarenta y cuatro años, el epicentro del surrealismo se situó en el número 42 de la rue Fontaine, en cuyo tercer piso vivió, rodeado de obras de arte y objetos heteróclitos (sedimentos acumulados de una vida), el poeta André Breton. Paz, sensible a su magnetismo, lo visitó con asiduidad y afecto. En «Constelaciones: Breton y Miró», artículo escrito con ocasión de la muerte del pintor catalán, el escritor relata con vívidos detalles una visita de 1958.
A pesar de sus reducidas dimensiones, aquella salita siempre me pareció inmensa. Sin duda se debía a la extraordinaria acumulación en los estantes, muros y rincones de libros, cuadros, esculturas, máscaras y objetos insólitos venidos de los cuatro puntos cardinales y de todas las antigüedades, sin excluir la de mañana.
(Octavio Paz, «Constelaciones: Breton y Miró», recogido en Hombres en su siglo y otros ensayos)