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Las huellas de la cultura en español

Lugares barojianos

Enclaves y lugares barojianos en París.

Baroja en París

Entrevista con el autor de la ruta, José Manuel Pérez Carrera.

Cronología

1872: Nacimiento en San Sebastián.

1880: Traslado de la familia Baroja a Madrid.

1887: Comienza los estudios de Medicina en Madrid.

1891: Acaba la carrera de Medicina en Valencia.

1893: Tesis doctoral: El dolor. Estudio de psicofísica.

1894: Ejerce de médico en Cestona (Guipúzcoa).

1896: Regreso a Madrid y abandono definitivo del ejercicio de la medicina. Alterna sus inicios de escritor con el trabajo en una tahona, propiedad de una tía materna.

1899: Primer viaje a París (tres meses).

1900: Publicación de sus primeros libros, Vidas sombrías (relatos) y La casa de Aizgorri (novela).

1904: Segunda estancia en París.

1904: Reconocimiento literario con su trilogía La lucha por la vida, formada por La busca, Mala hierba y Aurora roja.

1906: Tercer viaje a París, esta vez acompañado por su hermana Carmen (alrededor de seis meses).

1906: Publicación de Los últimos románticos, novela ambientada en París en los años finales del II Imperio.

1907: Publicación de Las tragedias grotescas, continuación de la novela anterior. La novela finaliza con la insurrección de la Comuna parisina.

1912: Compra del caserón de Itzea, en Vera de Bidasoa, donde pasará regularmente los veranos.

1935: Ingreso en la Real Academia Española con el discurso La formación psicológica del escritor.

1936: Con el estallido de la guerra civil, temiendo por su vida, Baroja escapa a Francia y se instala en París, en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria.

1937: Breve regreso a España. En Salamanca participa en la creación del Instituto de España y jura lealtad al nuevo régimen en un acto presidido por el general Franco.

1937: Regreso a París.

1939: Publicación en Argentina de Susana o la soledad sin remedio, cuya acción, contemporánea a la de su publicación, transcurre en París, en los alrededores del parque de Montsouris.

1940: Vuelta definitiva a España, tras un intento fallido de emigrar a Hispanoamérica, huyendo de la invasión de Francia por los alemanes

1940-1956: Vida retirada en Madrid y en Vera de Bidasoa, dedicado a escribir sus memorias Desde la última vuelta del camino.

1956: Muerte en su casa de Madrid. Es enterrado en el cementerio civil.

Contexto

Francia, y París más concretamente, van a ejercer una influencia considerable entre los jóvenes españoles que aspiraban a convertirse en escritores, allá en las postrimerías del siglo XIX.

La azarosa vida política española de aquel siglo había llevado a un exilio más o menos duradero a muchos escritores, artistas y políticos españoles. Desde los afrancesados que acompañaron a José Bonaparte en su retirada a Francia en 1813 hasta los republicanos tras la Restauración borbónica de 1874, Francia se convirtió en la residencia temporal forzada de muchos españoles. Recordemos, por citar sólo unos pocos casos relevantes, a Larra (que vive en Francia entre los años 1813 y 1818), a Leandro Fernández Moratín (muerto en París en el año 1828, tras once años de exilio intermitente), a Francisco de Goya (muerto en Burdeos aquel mismo año) o a la propia reina Isabel II (exiliada en 1868 y residente en París desde entonces hasta su fallecimiento en el año 1904).

A esta obligada estancia francesa acompañó a lo largo del siglo otra, de carácter voluntario. Ya Larra nos ofrece un testimonio irónico de cómo en su época un viaje más o menos prolongado a París se había convertido en un cierta moda: «Los tiempos han cambiado extraordinariamente; dos emigraciones numerosas han enseñado a todo el mundo el camino de París y Londres. Como quien hace lo más hace lo menos, ya el viaje por el interior es una pura bagatela, y hemos dado en el extremo opuesto; en el día se mira con asombro al que no ha estado en París; es un punto menos que ridículo» (La diligencia).

En el caso que nos ocupa, finales del siglo, París apenas va a ser refugio político de ningún futuro escritor (la Restauración es suficientemente «liberal» como para no perseguir directamente a nadie por sus ideas) sino el lugar deseado por los jóvenes escritores para conocer el mundo, para ampliar sus experiencias vitales. En aquella época, la francesa era la literatura extranjera más leída en España. Años antes, el realismo y el naturalismo habían sido objeto de acaloradas polémicas literarias en España. Ahora era la época de los parnasianos, de los simbolistas, últimos herederos de la vieja bohemia. Rimbaud, Mallarmé y, por encima de todos, «papá Verlaine» estaban en la cúspide de su fama. Había, pues, que ir a París y sacudirse el «pelo de la dehesa» madrileña. En política era el París del affaire Dreyfus; en lo científico era el París de Pasteur y de las grandes Exposiciones Universales de 1889 y de 1900; en lo pictórico ya había triunfado el Impresionismo y a esa ciudad se dirigirá en 1900 el joven Pablo Picasso; en lo musical era el tiempo de Debussy, de Ravel, de Saint-Saëns y de Satie; Zola seguía reinando en la novela, pero ya había surgido la pléyade de sus seguidores (Anatole France, Bourget, Maupasant, Prévost) y de los decadentistas, Huysmans, Barbey d’Aurevilly, Villiers de l’Isle-Adam, Maeterlink, Jarry… Todavía resonaban los ecos de Baudelaire y de la bohemia, recreada en las Escenas de la vida bohemia de Muger. Todo esto hará que, por ejemplo, Baroja llegue a París con una idea romántica, persiguiendo los lugares por donde discurrió la vida de los personajes de los folletinistas, de Víctor Hugo o de Eugenio Sué: «En aquella primera estancia mía quise ver París como quien se pone a leer Los miserables o las hazañas de Rocambole».

El guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, el apóstol de la cultura francesa en la España finisecular, escribirá de París: «Cuando al volver, después de algunos meses o de algunas semanas de ausencia, veo a lo lejos las primeras torres lutecinas, mi pecho palpìta lleno de júbilo y de ansiedad. ¡París —canta una voz en el fondo de mi ser—, París, París! Y hay en estas breves sílabas de salmo íntimo, de salmo ferviente de la religión del alma, una ternura, un entusiasmo y una inquietud tan hondas, que sólo pueden compararse con el sentimiento que convierte un nombre de mujer, si es un amante quien lo pronuncia, en la síntesis de su amor y del amor. Porque París, para quien lo conocemos en toda su suavidad y lo amamos en todo su esplendor, es algo más que un nido, algo más que un refugio: es un santuario, es la fuente milagrosa de las nobles aspiraciones, es la ciudad santa del mundo moderno».

El primero en acercarse a París será Unamuno, en 1889, el año de la inauguración de la Torre de Eiffel. Al año siguiente, ya lo vimos, llegará Blasco Ibáñez. Por esas mismas fechas, aproximadamente, lo hará Alejandro Sawa, a quien inmortalizará Valle-Inclán, en el Máximo Estrella de Luces de bohemia. En 1891 se instalará Gómez Carrillo y dos años después lo hará Rubén Darío. Luis Bonafoux, apodado «la víbora de Asniéres» (un pueblecito en las afueras de París donde residirá años), llegaría en 1894. Baroja y los hermanos Machado lo harán en 1899. Azorín se demorará hasta 1905. Sólo Valle-Inclán permanece al margen de esa atracción vital parisina: su primer (y único) viaje a la capital francesa será en 1916, como cronista de la primera guerra mundial.

Baroja y París

Tras el País Vasco y Madrid, París es la tercera referencia geográfica y literaria más significativa en la vida y la obra del escritor Pío Baroja (1872-1956).

En efecto, no menos de veinte veces a lo largo de su vida visitó Baroja la capital francesa y casi otras tantas de sus novelas están ambientadas total o parcialmente en esa ciudad.

Su primer viaje data de 1899, cuando Baroja apenas iniciaba su carrera literaria. Se trataba, según cuenta el propio Baroja, de un viaje de exploración:

Yo tuve siempre la idea de que al español curioso en la mocedad le convenía ir a Madrid. Si no, al joven que estudiaba en la universidad de provincia le quedaban el carácter y los gustos provincianos toda la vida.
Después, hacia los veinticuatro o veinticinco años, me pareció bien el ir a París. Es o era la ciudad cosmopolita más grande y más fácil de visitar para un español. Uno de los objetos principales de la visita y de la estancia allá era para mí darme cuenta de lo que podía ser un español ante el mundo europeo.

A partir de entonces, París será una ciudad que visitará con frecuencia, unas veces para buscar motivos y temas literarios, otras veces para promocionar su obra literaria y sus traducciones y las más de ellas para vagabundear por sus calles (especialmente el Barrio Latino), y huronear en los puestos de libros y revistas de las márgenes del Sena.

Con el estallido de la guerra civil, París se convertirá para Baroja (como será también el caso de otros escritores e intelectuales como Azorín, Pérez de Ayala, Marañón o Menéndez Pidal) en un refugio casi permanente. En el Colegio de España de la Ciudad Universitaria residirá casi cuatro años, entre 1936 y 1940, apenas interrumpidos por una breve estancia en España en 1937, estancia que le servirá, entre otras cosas, para jurar adhesión en Salamanca al naciente régimen franquista.

En las novelas ambientadas Baroja muestra un conocimiento muy preciso de la configuración urbana de la ciudad, de su historia y de sus monumentos. En sus Memorias afirma con naturalidad: «Creo que conozco París mejor que muchos franceses», y eso se comprueba fácilmente leyendo cualquiera de sus novelas parisinas en las que se aprecia una minuciosa precisión en las descripciones y hasta en la evolución de barrios, calles, edificios y lugares de ocio y reunión.

Pero no se trata sólo de un conocimiento externo, topográfico, de París: Baroja intenta conocer el modo de vida francés, descubrir las claves de su proyección universal:

Casi desde que comencé a escribir he solido ir a París a pasar largas temporadas. No para conocer la ciudad, que, viéndola una vez, basta, ni para visitar a los escritores franceses, que, en general, se consideran tan por encima de nosotros, que no hay manera decorosa de abordarlos, sino para tener un punto de observación más ancho y más internacional que el nuestro.

Terminamos esta introducción señalando la curiosa dicotomía atracción-rechazo que todo lo francés le produce a nuestro autor. De un lado, abundan las afirmaciones categóricas sobre el interés que le despiertan la historia y la cultura francesas, sus literatos y su forma de vida. Proclama constantemente que su formación ha sido eminentemente francesa y, a continuación, arremete contra esa civilización que le parece autosuficiente, vacía y sin fuerza. Quizás el vacío intelectual en el que se movió Baroja en la sociedad francesa contribuyó a la exarcerbación de ese negativismo. Pero, posiblemente sea sólo el escepticismo casi general de Baroja lo que le hace emitir juicios como los que transcribo a continuación y que hacen referencia a esta relación de amor-odio de Baroja con Francia:

Yo, siendo un gran admirador de Francia, siempre he sospechado que los franceses tienen un fondo de incomprensión para todo lo extranjero. Creo que esta incomprensión les perjudica y les sigue perjudicando. Un país de la importancia de Francia debía estar ojo avizor para todo cuanto ocurriera y se pensara en el mundo; pero Francia ha tenido la inclinación un poco faquirista de dormir mirándose el ombligo. Entonces yo me irritaba frecuentemente un poco contra el avestrucismo de París.
A mí muchos me han atribuido la condición de ser galófobo. No creo que sea cierto. Yo no soy galófobo, sino todo lo contrario. Lo que creo es que no basta que una obra literaria, científica o artística, salga de París para que sea una gran cosa. Yo creo que la medida debe ser para todos igual. Yo no he tenido esa tendencia a la papanatería de muchos escritores españoles, italianos, americanos, para creer que un escritor o un artista, por vivir en París, sea una maravilla. El número de tontos en París es infinito, como en todas partes. Hay que ser un cándido para creer otra cosa.

Bibliografía

Obras de Baroja ambientadas en París

1906: Los últimos románticos
1907: Las tragedias grotescas
1920: La sensualidad pervertida
1922: El amor, el dandismo y la intriga
1926: Las veleidades de la Fortuna
1926: El gran torbellino del mundo
1937: Todo acaba bien a veces (teatro)
1938: Susana y los cazadores de moscas
1939: Ayer y hoy (artículos periodísticos)
1940: Laura o la soledad sin remedio
1944: Canciones del suburbio (poesías)
1947: El hotel del Cisne
1948: Los enigmáticos (relatos)
1950: El cantor vagabundo
1955: Paseos de un solitario (artículos y ensayos)
1955: Aquí París (memorias)
1999: Desde el exilio (artículos inéditos 1936-1943)

Novelas en las que París es un escenario no fundamental

1901: Silvestre Paradox
1906: La dama errante
1910: César o nada
1914: Los caminos del mundo
1915: Con la pluma y con el sable
1919: La Isabelina
1921: El sabor de la venganza
1929: El nocturno del hermano Beltrán
1932: La familia de Errotacho
1935: Crónicas escandalosas
1935: Desde el principio hasta el fin
1936: El cura de Monleón
1937: Locuras de Carnaval
1952: Las veladas del chalet gris

Biografías y autobiografía

BAROJA, Pío: Desde la última vuelta del camino. Memorias. Edición completa y definitiva en tres tomos más un cuarto titulado Pío Baroja. Una vida en imágenes. Barcelona, Tusquets, 2006.
GIL BERA, Eduardo: Baroja o el miedo (Biografía no autorizada). Barcelona, Península, 2001, 446 págs.
CARO BAROJA, Julio: Los Baroja. Madrid, Taurus, 1988.
CARO BAROJA, Pío: La soledad de Pío Baroja. México, 1953
GRANGEL, Luis: El último Baroja. Salamanca, Sociedad Vasca de Historia de la Medicina, 1992, 186 págs.
MAINER, José Carlos: Pío Baroja. Madrid, Taurus, 2012, 472 págs.
PÉREZ CARRERA, José Manuel: «Escritores españoles en París hacia 1900: Pío Baroja», Pasarela, Revista del Centro de Apoyo de la UNED, París, junio 1999, págs. 31-35.
PÉREZ FERRERO, Miguel: Vida de Pío Baroja. El hombre y el novelista. Barcelona, Destino, 19609, 318 págs.
SÁNCHEZ-OSTIZ, Miguel: Tiempos de tormenta (Pío Baroja, 1936-1940). Pamplona, Pamiela, 2007, 396 págs.
TRAPIELLO, Andrés: «Capítulo quinto o de la ciudad de París, en la que se reúnen muchos escritores exiliados, unos viejos ya, otros desengañados y otros conspiradores, casi todos muy principales en las letras de España», en Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939). Barcelona, Destino, 3.ª edición, 2010, págs. 173-214.

Estudios

CIPLIJAUSKAITÉ, Biruté: Introducción a los dos tomos de Memorias, en Pío Baroja. Obras Completas. Edición a cargo de José Carlos Mainer. Barcelona, Círculo de Lectores, XVI tomos, 1997-1999.
CORRALES EGEA, José: Baroja y Francia. Madrid, Taurus, 1969, 430 págs.
GARCÍA DE JUAN, Miguel Ángel: Las novelas parisienses de Pío Baroja (Susana y Laura, 1936-1939). Madrid, Caro Raggio, 2007, 144 págs.
LONGHRST, C.: Las novelas históricas de Pío Baroja. Madrid, Guadarrama, 1974.

Tesis doctorales

GRENET, G.: Paris et les parisiens dans l’oeuvre de Pío Baroja. Universidad de París, 1961/2.
MAUGEY, C.: París visto por tres novelistas modernos españoles: Azorín, Baroja, Unamuno. Universidad de Lille.

Artículos acerca de la estancia de Pío Baroja en París (1936-1940)

EL ALCÁZAR: «Don Pío y París (Anecdotario)», 31.10.1956.
AZORÍN: «Baroja en el Colegio», en París. Madrid, Biblioteca Nueva, 1945, págs. 106-116.
BERVAL, René de: «Refugiados de calidad», Hoy, México, 065.08.1939
BROMBERGER, Merry: «L’Espagne en exil à Paris», L’Intrasigeant, París, 20.11.1936.
CARABIAS, Josefina: «Como vive y cómo trabaja en París Pío Baroja», El Diario de la Marina, La Habana, 1938.
GONZÁLEZ ARRILI, B.: «Pí­o Baroja en París», ND, XXXVI, n.º 1, 1956, págs. 120-123.
PÉREZ FERRERO, Miguel: «Dans l’exil, le grand romancier espagnol Pío Baroja écrit son premier roman parisien». Les Nouvelles Littéraires, 24.09.1938
REBERSAT, Jacques: «Pí­o Baroja à Paris», Europe, Janvier-Février, 1958, págs. 191-203.
RICHARD, Élie: «Baroja, le plus grand romancier de l’Espagne s’est refugié à Paris». Les Nouvelles Littéraires, n.º 731, 17.10.1936
VILLARINO, María de: «Pí­o Baroja en el destierro», La Nación, Buenos Aires, 09.07.1939.
LA VOZ: «Españoles en el Boulevard. Pío Baroja, huésped oficial de España, produce literatura rencorosa para Buenos Aires», 05.02.10937

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Pío Baroja

«Vivir en París para mí era darme cuenta de lo que podía ser un español ante el mundo europeo«

Escritor (1872-1956)

Tras el País Vasco y Madrid, París es la tercera referencia geográfica y literaria más significativa en la vida y la obra de Pío Baroja (1872-1956). No menos de veinte veces a lo largo de su vida visitó la capital francesa y casi otras tantas de sus novelas están ambientadas total o parcialmente en la capital de Francia.

Autor de ruta: José Manuel Pérez Carrera

Lugares barojianos

Baroja en París


Pío Baroja en París

Pío Baroja

Antigua Editorial Garnier

Lugar # 1 | Rue des Saint-Pères 6 | 75006 | París

«Dos o tres días después, viendo que todos los proyectos de mi amigo Campos eran completamente baldíos, fui a visitar a un don Elías Zerolo, que era director de la Casa Garnier de las ediciones españolas» (Desde la última vuelta del camino, Pío Baroja)

Revista L'Humanité Nouvelle

Lugar # 2 | rue des Saint-Pères 15 | 75006 | París

Muy cerca de la editorial Garnier tenía su redacción la revista anarquista L’Humanité Nouvelle. Baroja publicó en esa revista un artículo: «Literatura y bellas artes: crónica española».

Café de Flore

Lugar # 3 | boulevard St Germain 172 | 75006 | París

En la época que más lo frecuentó Baroja, en su estancia de 1913, Apollinaire era su asiduo más notable.

Antiguo Hotel Normandie

Lugar # 4 | esquina de la rue de Tournon y de la rue de Vaugirard | 75006 | París

En 1911 volverá el escritor a París. Se aloja esta vez en un hotel, el Normandie, en la esquina con la calle Tournon. En ese hotel, hoy en día desaparecido, comenzó a escribir su novela El árbol de la ciencia.

Antiguo Café Voltaire

Lugar # 5 | Place de l'Odeon | 75006 | París

Antiguo gran café parisino hoy en día desaparecido en el que se reunió un notable grupo de intelectuales españoles, entre ellos Baroja.

Universidad de la Sorbona

Lugar # 6 | rue Victor Cousin 1 | 75005 | París

El 23 de marzo de 1924 Baroja dictó una conferencia en la universidad de La Sorbona bajo el título de Autocrítica.

 

Residencia del tercer viaje

Lugar # 7 | rue Saint-Jacques 167 | 75005 | París

El tercer viaje a París lo realiza Baroja en 1906, acompañado esta vez por su hermana menor Carmen. Alquilan unos cuartos en el n.º 167 de la rue Saint Jacques.

La Closerie

Lugar # 8 | bd Montparnasse 171 | 75006 | París

En su viaje de 1913 frecuentó La Closerie des Lilas, cercano al hotel en el que se alojaban. Al anunciar Baroja su regreso a España, sus amigos españoles le despidieron con una cena-homenaje en La Closerie.

Hotel Pierre Nicole

Lugar # 9 | rue Pierre Nicole 39 | 75005 | París

En el otoño de 1913 Baroja vuelve a París, acompañado esta vez por el médico de Vera de Bidasoa, Rafael Larumbe. Se alojaron en un hotel de la calle Pierre Nicole. En ese mismo hotel, bastantes años después, se alojó alguna vez Gabriel García Márquez. El hotel «familiar» sigue abierto.

Antiguo hotel Flatters

Lugar # 10 | Rue Flatters 3 | 75005 | París

En su primer viaje a París (1999) Baroja se alojó, sucesivamente, en dos casas de huéspedes. Nada más llegar, se instaló en un cuarto de la rue Flatters. Hoy el hotel sigue abierto con otro nombre.

Colegio de España

Fuera de ruta A | boulevard Jourdan 7E | 75014 | París

Tras huir en julio de 1936 de su casa de Vera de Bidasoa y pasar los Pirineos a pie, Baroja se trasladó a París, instalándose en el Colegio de España. En la biblioteca del Colegio se conserva un libro autografiado por el escritor.

Museo del Louvre

Fuera de ruta B | Museo del Louvre | 75001 | París

En su primer viaje a París (1899), Baroja visitó asiduamente el Museo del Louvre, una costumbre que dejaría en sus siguientes estancias.

Oficina de La Nación

Fuera de ruta C | Avenue des Champs Elysées 117 | 75008 | París

A su llegada a París en 1936, Baroja buscó en el periodismo la forma de ganarse la vida y comenzó a escribir para el diario La Nación, de Buenos Aires, que tenía sus oficinas en la avenida de los Campos Elíseos.

Revista Mundial Magazine

Fuera de ruta D | Boulevard des Capucines 24 | 75009 | París

En el año 1911 Rubén Darío invitó a Antonio Machado y a Pío Baroja a colaborar con la revista editada en español, en París, Mundial Magazine, pero sólo obtuvo la colaboración de Machado, que publicó en ella «La tierra de Alvargonzález».

La anécdota

La primera vez que Baroja estuvo en París fue en 1899. Allí coincidió, entre otros, con los hermanos Machado, con Rubén Darío y con el guatemalteco (entonces en la cumbre de su fama) Enrique Gómez Carrillo. «No sabía bien a qué iba, únicamente a probar fortuna», declara él mismo en sus Memorias. No lo pasó bien y a los tres meses regresó a Madrid gracias a la ayuda económica del Consulado de España que le pagó el importe del billete de vuelta. Su espíritu inquieto le llevó un día a asistir a un mitin ácrata en el Faubourg Saint-Antoine. Así lo cuenta:

Era de noche. Estaban los alrededores llenos de gendarmes, de ciclistas y soldados de línea, como si fueran a dar una batalla. Había que entrar por un largo pasillo. Entonces oí por primera vez La Internacional. Tanto la letra como la música de ese himno, para su objeto, están muy bien. La letra me pareció violenta y amenazadora. A la salida, al pasar por el callejón largo y estrecho que comunicaba con la calle, nos zurraron la badana. Los puños de los gendarmes maniobraban sobre las pobres cabezas ácratas de poco seso, no como una mano de persona, sino como mano de almirez. Yo escapé aquella noche con un puñetazo en el hombro, que me dolió tres días. Justo castigo a la curiosidad.

La sugerencia

Visitar el Colegio de España en la Cité Universitaire. En este lugar pasó Pío Baroja casi tres años, entre 1936 y 1939, mientras España sea desangraba en la Guerra Civil. Allí tuvo una habitación y compartió salas comunes con Américo Castro, Blas Cabrera, Severo Ochoa y Xavier Zubiri, entre otros. El Colegio de España se había inaugurado bajo la II República, en 1935, con asistencia del embajador de España, Salvador de Madariaga y el Presidente de la República francesa Albert Lebrun. En 1968 fue «ocupado» por estudiantes españoles en el marco de la Revolución de Mayo. Cuando se restableció el «orden», el Colegio se cerró y no se abrió sino en 1987, bajo el gobierno socialista de Felipe González. Los Reyes de España y el Presidente Mitterrand presidieron esta reinauguración. Se dio la circunstancia de que en esa fecha el Ministro de Educación de España (entidad de la que dependía el Colegio) era José María Maravall, hijo de José Antonio Maravall, que fue el primer director del Colegio tras la Guerra Civil. Hoy sigue abierto a estudiantes universitarios y de postgrado.