Fundado en 1887, fue desde siempre uno de los puntos de encuentro imprescindibles del París intelectual. En la época que más lo frecuentó Baroja, en su estancia de 1913, Apollinaire era su asiduo más notable.
Yo solía visitar a Estébanez [militar y político español, ministro de la I República española y exiliado en París donde moriría y sería enterrado en el cementerio de Père Lachaise] con frecuencia en el café de Flora, del bulevar de Saint-Germain. Muchos datos que me dio Estébanez me sirvieron para escribir dos novelas. Una, Los últimos románticos, y otra, Las tragedias grotescas.
(Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino)