En 1911 volverá el escritor a París. Se aloja en un lugar ya conocido, en la calle Vaugirard, donde había residido al final de su primera estancia. Pero ahora ya lo hará en un hotel, el Normandie, en la esquina con la calle Tournon. Hoy no existe tal hotel; en su lugar hay unas grandes oficinas de Correos. En ese hotel comenzó a escribir su novela El árbol de la ciencia:
«Se me ocurrió la idea, y comencé a escribir la obra en París, en un pequeño hotel de la calle Vaugirad […] Vivía yo entonces en el Hotel de Normandía, en un cuartucho que daba a la calle y que parecía equipado con muebles de un Rastro parisiense. Todo crujía allí, y todo parecía a punto de romperse»
Entre las visitas que recibía Baroja en el hotel destacaba Rubén Darío:
«Rubén estuvo varias veces en mi casa. Yo pienso si quería que le acompañase en un viaje que preparaba a América como secretario. En el piso bajo había un bar, y antes de subir a mi habitación entraba en el bar y se bebía un vaso de whisky. Después subía a mi casa, se aplastaba en una butaca y estaba sin hablar o contaba alguna historieta más o menos absurda con aire medio dormido».
Desde la última vuelta del camino. Pío Baroja