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A escasos metros de su residencia, la boutique Balenciaga en la planta baja del edificio vendía complementos y perfumes, en un local decorado con suelos en damero blanco y negro y una atmósfera totalmente española en la que destacaban pesados muebles de cuero de Córdoba.
En los pisos superiores se encontraban los salones, estudio y talleres de costura. El salón estaba decorado con arabescos de estuco en puertas y ventanas, muros blancos y moquetas gris claro para que nada restara importancia a los modelos. El resto de las dependencias eran simples y austeras, Courreges describe un taller totalmente blanco, sin decoración e intensamente silencioso.
Era una boutique encantadora. Era la época en la que todo era refinamiento. Se podían encontrar los más bellos guantes de París y perfumes. Era como una casa privada.
(Hubert de Givenchy)
En 1947 esta dirección dará nombre a la primera fragancia de la casa, «Le Dix». En 1950 podíamos leer :
Entre las nuevas aguas de colonia no hay que olvidar dos exquisitas creaciones La Fuite des Heures y Le Dix. La Fuite des Heures es un encantador perfume de rubia, bastante cálido, muy suave, floral y a base de jazmín, mientras que Le Dix, destinado a las morenas, es más intenso, picante. Los dos de una rara distinción.
(L’art et la Mode, junio de 1950)
Su casa de modas tenía un cierto aire monacal, en la que no cabían las personas ruidosas, que hablaran alto, la risa o el desorden. Todo se hacía bajo una atmósfera de silencio y eficacia: los desfiles, el trabajo, las pruebas…
(El Diario Vasco, 25 de agosto de 1972, artículo de José María Areilza)