En el barrio de Saint-Germain, la discreta Plaza de Furstenberg se ofrece como refugio para el caminante, en la ficción y en la realidad.
La Plaza no había sido tocada. Polo se sentó en una banca y admiró el recogimiento simétrico de este remanso de flamboyanes en flor y redondos faroles blancos cuyo privilegio era creer y hacer creer que el tiempo no transcurría.
Carlos Fuentes, Terra Nostra, p. 26