En este edificio, ocupado entonces por una imprenta, Goya estampa Los toros de Burdeos y un soberbio retrato de su dueño, el impresor Gaulon. Este experimentado y reconocido tipógrafo en toda Francia, facilitaría el original acercamiento de Goya a una técnica entonces relativamente nueva como era la litografía.
“El artista realizaba sus obras sobre caballete, con la piedra colocada a modo de lienzo. Manejaba sus lapiceros como si fuesen pinceles, sin sacarles nunca punta. (…) Generalmente cubría la piedra con un tinte gris uniforme y sacaba luego con el raspador las partes que quería iluminar; aquí una cabeza o figura; allá un caballo o toro, empleando después el lápiz para reforzar y vigorizar las sombras o para indicar las figuras y darles movimiento. Hizo así surgir una vez, del tinte negro del fondo, con la punta de la navaja y sin ningún retoque, un curioso retrato”. (Laurent Matheron, Goya, Burdeos, 1858)