Para los liberales españoles en Burdeos, el Consulado era, paradójicamente, un lugar a evitar. El hecho de que el grueso de la comunidad hispánica en la ciudad estuviera formado por desafectos al Rey Fernando VII, hacía que el Cónsul recibiera periódica información, por parte de la policía francesa, de las actividades de sus connacionales.
“Sería deseable, según mi criterio, en vista de que todos los españoles son enemigos de su Rey y del nuestro, se les (..) confine en una fortaleza de una ciudad de Flandes como prisioneros de guerra. Allí no podrían mantener relación alguna ni serían peligrosos para ambos gobiernos”. (Carta del Prefecto de la Gironde).