![](https://rutascervantes.es/wp-content/uploads/2023/07/1260.jpg)
Es la última dirección en París de Joaquín Rodrigo y su esposa, Victoria Kamhi, antes de su regreso a España a mediados de agosto de 1939. Es en este domicilio donde el matrimonio Rodrigo pasó un año de tristeza y penuria, ya que Victoria perdió el niño que esperaba y, donde Rodrigo escribió el famoso «Concierto de Aranjuez». El 15 de marzo de 2016, el Ayuntamiento de París conmemoró el lugar de creación de la célebre obra de Joaquín Rodrigo, con una placa en la fachada del edificio de la rue Saint-Jacques, en una acto presidido por Cecilia Rodrigo, hija de Joaquín y Victoria.
«Esta vez también fue nuestro amigo Aurelio Viñas quien nos puso en contacto con la profesora de español Amalia Carrasco, le sobraba una habitación en su piso de la rue de St. Jacques, situado a pocos metros del Instituto Hispánico(…) Mientras yo estaba en la clínica, Amalia cuidaba de Joaquín procurando consolarle de este tremendo desengaño. Más tarde me contaría que él, no pudiendo conciliar el sueño se pasaba largas horas ante el viejo piano, y ella desde su habitación escuchaba una melodía llena de tristeza y de añoranza que le causaba verdaderos escalofríos. Esta melodía seria el «Adagio» del «Concierto de Aranjuez» que sonaba por primera vez envuelto en tinieblas.
«De la mano de Joaquín Rodrigo la historia de nuestra vida» Victoria Kamhi de Rodrigo
«En Septiembre de 1938, pasaba yo por San Sebastián camino de Francia. (…) El Marqués de Bolarque nos reunió a comer a Regino Sainz de la Maza y a mí. Se comió bien, y no se bebió mal; el momento era propicio a las fantasías y audacias. (…) De pronto, Regino, con ese tono entre voluble y resuelto que tan bien le caracteriza, dijo:-Hombre, has de volver con un concierto para guitarra y orquesta- Para enternecerme, añadió con voz patética: -es la ilusión de mi vida- y, para hacerme, como ahora se dice, la pelotilla, continuó: -Eres el llamado a hacerlo, algo así como ‘el elegido’. Apuré dos vasos seguidos del mejor Rioja, y exclamé con el tono más convencido del mundo: -¡Hombre, eso está hecho!. La escena se me ha quedado muy grabada, porque aquella noche constituyó un grato recuerdo en mi vida, y un momento de sosiego en aquellas (horas) nada tranquilas para España y amenazadoras para Europa.»
«Recuerdo también -no sé por qué, todo lo referente al «Concierto de Aranjuez» se me ha quedado grabado en la memoria-, que una mañana, dos meses después, hallándome de pie en mi pequeño estudio de la Rue Saint-Jacques, en el corazón del barrio latino de París, y pensando vagamente en el Concierto, pues yo me había encariñado con la idea a fuerza de juzgarla difícil, oí cantar dentro de mí el tema completo del ‘Adagio’ de un tirón, sin vacilaciones, y… enseguida, sin apenas transición, el del tercer tiempo. Rápidamente me di cuenta de que la obra estaba hecha. Nuestra intuición no nos engaña en esto… Si al «Adagio» y al «Allegro» final me condujo algo así como la inspiración, esa fuerza irresistible y sobrenatural, llegué al primer tiempo por la reflexión, el cálculo y la voluntad. Fue el último tiempo de los tres; terminé la obra por donde debí haberla empezado.»
Escritos de Joaquín Rodrigo