En 1969 Balenciaga se acerca a algo que hasta entonces había rechazado, el prêt-à-porter. Pensaba que únicamente la alta costura permitía la creación, pero acepta el encargo del diseño y la confección de los nuevos uniformes de las azafatas de Air France. Tergal rosa y azul cielo para la versión de verano y lana azul marino para el invierno.
Los dirigentes escogen al creador español, maestro del corte, un poco a contracorriente del espíritu de reforma del 68. En un momento en el que las parisinas descubren a Courrèges, Cardin o Saint Laurent, Balenciaga es calificado de vieja escuela y su clasicismo contrasta con las minifaldas de otras aerolíneas. Una lucha entre antiguos y modernos alrededor de uno de los mejores uniformes que ha tenido la compañía.
Nacho Ormaechea