Blanca Varela y Fernando de Szyszlo se reunía en el Café Flore, junto al escritor argentino Julio Cortázar, el poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, el crítico de arte catalán Josep Palau i Fabre y el mexicano Octavio Paz. Hablaban con entusiasmo de poesía, de política y de arte. Allí conocieron a Jean Paul Sartre y a Simone de Beauvoir con quien Blanca entabló una amistad y se veían para jugar al monopoly si la tarde se volvía aburrida.
Mi querida Blanca:
Muchas gracias por LUZ DE DÍA, que me llegó hace mucho (¿quién me lo trajo de tu parte? Mario Vargas, quizá, no estoy seguro) (..) Sabes, Blanca, me conmovió mucho que me dedicaras tu libro «con un abrazo de catorce años». Es increíble que yo no tenga la conciencia del tiempo, pero para mí hace tan poco desde el día en que fui a buscarlos al hotel, y Fernando me mostró unos cuadros profundos y sombríos, y otro día nos encontramos nada menos que en el Café de la Paix, y charlamos de todo, y creo que caminamos por el Boulevard Malesherbes.
(Carta de Julio Cortázar a Blanca Varela, París 02/05/1965)
No sé si a Cortázar o si la amistad con Cortázar vino por otro lado, pero lo cierto es que acabé sin haber hecho méritos perteneciendo a un grupo que primero se reunió en el Café Flore y luego se mudó a un barrio más «tranquilo», al Café des États-Unis, en Montparnasse, adonde -como lo ha contado el propio Octavio- llegaba el gran poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, con su sonrisa, su guitarra al hombro y su inevitable compañero, Jaimito Valle Inclán. No faltaban Cortázar, Serrano Plaja, Cardenal -quien pasó brevemente por París- Palau, el Alquimista, y otros que sería largo enumerar.
La segunda vez que fui a París me hice amiga de Claude y Jacques Lanzmann y de la hermana de ellos que es actriz. También conocí a Simone de Beauvoir y a Sartre y fui a conversar muchas veces con ellos. Te estoy hablando de los años 53-54 que eran unos años increíbles. El contacto con esa gente y el existencialismo que estaba en boga me marcaron en mi manera de ser, en mi forma de vivir, en mi conducta» Forgues, R. (1991). Palabra Viva: las poetas se desnudan. Lima, El Quijote.
Jacques Lanzman, ex pintor y novelista bisoño en aquellos años, fue mi mejor compañero de aventuras. Era prácticamente el dueño del Boulevard Saint-Germain, porque la poesía, la pobreza y la juventud siempre fueron las verdaderas dueñas de la calle. Conocía a todo el mundo y generoso como pocos me hizo compartir a sus amigos. Giacometti, Jean Genet, Sartre, Simone de Beauvoir, Leger, Michaux, Mouloudji, la Greco, el vendedor de maní, el jefe de bomberos y hasta algún famoso ex-presidiario.
Blanca Varela