En París, Miguel de Unamuno, siempre tan aficionado a andar, suele pasear por unos parques como el Jardin de Plantas, un jardín botánico abierto al público, entre la Gran Mezquita, el Campus Universitario de Jussieu y el río Sena, en el quinto distrito de París.
Acude a menudo a la ménagerie (casa de fieras), uno de los más antiguos parques zoológicos del mundo. Creado en 1795 por la iniciativa de Bernardin de Saint-Pierre, alberga actualmente unos 1.100 animales, entre mamíferos, reptiles y pájaros, con unas 5,5 hectáreas de extensión.
Durante el otoño de 1924, contempla largamente y con tristeza el espectáculo de un chimpancé enjaulado, que reproduce en un dibujo (Miguel de Unamuno, Dibujos, Universidad de Salamanca, 2011) También escribe:
«La jaula del chimpancé aquí, en el Jardín de Plantas de este París, está siempre rodeada de animales humanos, de hombres y mujeres, de niños y niñas. ¿Le tienen lástima? ¿Le admiran? Creo que en el fondo, contemplando al chimpancé, se sienten invadidos de una especie de melancolía, de la melancolía de su civilización».
Pero si bien está triste al ver al chimpancé, confía a su amigo canario Ramón de Castaneyra que se entretiene con los camellos porque le hacen pensar en Fuerteventura, aunque son muy diferentes de los de la isla (Sebastián de la Nuez Caballero, Unamuno y Canarias. Las islas, el mar y el destierro, 1964). La añoranza también lo invade cuando ve cerca de la Plaza de la
Concordia a dos jovencitos que bajan por la avenida de los Campos Elíseos montados en un lúcido y reluciente camello de lujo pero añade con sorna:
«Aquí en París, se ve algún que otro camello, como los del Jardín de Plantas. Y más de un chameau, en el sentido figurado que se le da a esta palabra».
(O. C. E, VIII, 603) y (O. C. E., VIII, 619)