De vuelta del Congreso de Escritores Antifascistas de Valencia, Paz y su mujer, la futura escritora Elena Garro, viven unas intensas semanas en París, de mediados de octubre a mediados de diciembre. En la Exposición Universal se desafían dos imponentes pabellones: el de la Unión Soviética, con sus monumentales y alegóricos Obrero y koljosiana, y el de la Alemania nazi, obra del funesto Albert Speer. Sin embargo, otro es el que sacude y marca al joven poeta: el modesto pabellón de la República española.
«El pabellón exponía una obra de Miró (perdida según parece) y, sobre todo, el mural de Picasso: Guernica. Fue la primera obra monumental moderna que vi. Todavía guardo, intacta y viva, la impresión que me causó».
(Octavio Paz, «Repaso en forma de preámbulo», prólogo a Los privilegios de la vista, 1986).