En 1950, el joven Carlos Fuentes, recién llegado al París de la posguerra, comparte las correrías nocturnas de un grupo de latinoamericanos encabezado por Octavio Paz y Elena Garro, y que incluía a Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, José Bianco y Enrique Creel. Frecuentan los cabarés existencialistas del barrio de Saint-Germain, emblemas de una juventud libre, intelectual, inspirada.
Veinticinco años después, la novela Terra Nostra (1975) escenifica una procesión de flagelantes milenaristas en la Place Saint-Germain donde, vertiginosas, se citan las revueltas y revoluciones francesas para la celebración de un imaginario 14 de julio de 1999: de la rue du Four al Carrefour de l’Odeon, miles de personas luchaban por un lugar de preferencia, cantaban, reían, comían, se agotaban, se abrazaban, se repelían, bromeaban entre sí, lloraban y bebían, mientras el tiempo se colaba hacia París como hacia un drenaje turbulento y los peregrinos descalzos se tomaban de las manos para formar un doble círculo cuyos extremos tocaban, al norte, la Librería Gallimard y el Café Le Bonaparte, al oeste, el Café des Deux Magots, al sur, le Drugstore y la disquería Vidal y la boutique Ted Lapidus y al oeste, la propia iglesia, alta, severa y techada.
Carlos Fuentes, Terra Nostra, p. 22-23