Verdadera institución gastronómica del Barrio Latino, fue la sede de las reuniones del Colegio de «Patafísica» que tanto admiraba Cortázar. Escenario de la escena inicial de su novela 62 / Modelo para armar, el establecimiento (según dice un hiperfotografiado cartel en el comedor de la entrada) no acepta tarjetas de crédito desde 1845, año de su fundación. Quien lo visite no debe dejar de ir al baño y pensar que ese mismo sumidero fue utilizado por Raymond Queneau o Boris Vian para fines no menos innobles.
«¿Por qué entré en el restaurante Polidor? ¿Por qué, puesto a hacer esa clase de preguntas, compré un libro que probablemente no habría de leer? (El adverbio era una zancadilla, porque más de una vez me había ocurrido comprar libros con la certidumbre tácita de que se perderían para siempre en la biblioteca, y sin embargo los había comprado; el enigma estaba en comprarlos, en la razón que podía exigir esa posesión inútil.) Y ya en la cadena de preguntas: ¿Por qué después de entrar en el restaurante Polidor fui a sentarme en la mesa del fondo, de frente al gran espejo que duplicaba precariamente la desteñida desolación de la sala? Y otro eslabón a ubicar: ¿Por qué pedí una botella de Sylvaner?»
Primer párrafo de 62. Modelo para armar