
Durante su segundo exilio (1964-1970), José Bergamín y André Malraux, entonces ministro de Cultura, comían juntos todos los martes en el restaurante Lasserre.
La amistad de Bergamín y Malraux se remonta a 1936, cuando Malraux participó en la guerra de España, y continuó hasta la muerte de este en 1976.
Para mí las dos amistades más apasionadas han sido, por un lado, una rápida y profunda con Bernanos y, por otro, una profunda y larga con Malraux.
Nuestro diálogo comenzó al principio de la República Española cuando él fue a Madrid con los escritores del Front Populaire. Él dio una conferencia, luego nos reencontramos en Cruz y Raya y entramos, en menos de un minuto, en un diálogo profundo y verdadero. Él ha dejado testimonios muy bellos de este diálogo.
Nada me ha conmovido tanto como verme convertido en ese personaje absolutamente fantástico y fantasmagórico que, al menos en parte, me corresponde (Bergamín se refiere a Guernico, el personaje de L′Espoir, que es un trasunto del escritor)
(Entretiens avec un fantôme. Les confidences de l´écrivain espagnol José Bergamín, André Camp)
En 1966, por mediación de Malraux, Bergamín fue nombrado Commandeur des Arts et des Lettres, distinción que compartió con sus amigos Picasso y Buñuel.
Dos días después de la muerte de Malraux, Bergamín declaró: «Para mí, la pérdida de Malraux abre un vacío. Una ausencia tan grande que me hace ver que una gran parte de mi vida y de mi pensamiento se pierde para siempre» (Entrevista del 25 de noviembre de 1976 en Le Monde).