Era uno de los restaurantes que frecuentó Neruda, ya sea para almorzar en cierta intimidad el día mismo en que descendía del tren que lo traía de Europa del Este, en la Gare du Nord, con Aragon o Jorge Edwards. O bien para cenar rodeado de toda una corte variopinta de amigos latinoamericanos y franceses.
«Almorzamos en ese restaurante oscuro, equidistante del barrio latino y de Notre Dame si no me equivoco, La Bucherie, en la calle del mismo nombre. Eran, en mi recuerdo, situaciones más bien desordenadas, más bien confusas, afectadas por una situación de azar y de transitoriedad, y donde los whiskys y los vinos de todos los colores contribuían a multiplicar la confusión. Hay una fotografía de una mesa de ese mismo restaurante, publicada en el Neruda de la colección Poétes d’aujourd’hui, en la que están los Aragon, los Marcenac, los Neruda, Carlos Fuentes, nuestra gran amiga chilena Maritza Gligo, que emigró a París a los veinte años y se quedó para siempre, y nosotros, pero la verdad es que no recuerdo ni la hora, ni las circunstancias exactas, ni las conversaciones. ¡Nada!».
(Jorge Edwards, Adiós, Poeta, Tusquets Editores, 1990).