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De la lista de cafés que Horacio enumera en el capítulo 132, se recogen algunos en este punto de la ruta. Au Chien qui Fume, por ejemplo, vuelve a aparecer cuando Etienne y Horacio van a visitar a Morelli al hospital y hacen una parada en el camino.
«Y mientras alguien como siempre explica alguna cosa, yo no sé por qué estoy en el café, en todos los cafés, en el Elephant and Castle, en el Dupont Barbés, en el Sacher, en el Pedrochi, en el Gijón, en el Greco, en el Café de la Paix, en el Café Mozart, en el Florian, en el Copoulade, en Les Deux Magots (…) en el Cluny, en el Richmond de Suipacha, en el Olmo, en la Closerie des Lilas, en el Stéphane (que está en la rue Mallarmé), en el Tokio (que está en Chivilcoy), en el Café Au Chien qui Fume…» (capítulo 132)
«Al llegar al Chien qui Fume se tomaron dos vinos blancos. Discutieron los sueños y la pintura como posibles recursos contra el OTAN y otros incordios de momento» (capítulo 155)
Rayuela