Paula Magallón había crecido observando el Gran Teatro a través de las ventanas de la casa de su padre, el Marqués de San Adrián. Las ideas liberales de su esposo, el Conde de Sástago, la llevarán de nuevo al exilio, en 1823. Esta vez, el destino trágico de su viaje conmocionará a la comunidad española de Burdeos.
Los Condes de Sástago emprenderán su viaje a Burdeos junto con su bebé, Francisco de Paula. Nada más llegar, el infante fallecerá. Su funeral tendrá lugar en la Iglesia de Notre Dame. El infortunio se cebará con la familia, pues en abril de 1824 morirá la joven Condesa. Viudo y sin descendencia, el Conde habitará esta casa.