César Vallejo siempre ha estado muy cerca de Fernando de Szyszlo. De joven, su madre le contaría que su tío Abraham Valdelomar había dejado en casa los originales de «Los heraldos negros», con el propósito de escribir el prólogo a su regreso de Ayacucho. Pero el tío Abraham, autor de «El Caballero Carmelo» nunca volvió.
Szyszlo recuerda que uno de sus primeros dibujos, realizado cuando estudiaba Arquitectura, fue un retrato de Vallejo. Pero el contacto más cercano con la memoria del poeta se materializaría en 1949, cuando ya dedicado a la pintura viajó a París con su esposa, Blanca Varela. Para ambos, resultaba urgente conocer a Georgette, la viuda del poeta. Vallejo había muerto once años antes, un Viernes Santo con llovizna. Consiguió su teléfono a través de Bernardo Roca Rey, entonces agregado cultural en la embajada del Perú en París. Y la llamó. De esto han pasado casi 70 años, pero el artista recuerda perfectamente tanto su nerviosismo como el contenido de la llamada. «Señora Georgette, sepa que yo soy un gran admirador de Vallejo, y he realizado un álbum de litografías que me gustaría entregarle», le dijo. En efecto, se trataba de «Ocho litografías en homenaje a César Vallejo», curiosamente la única obra de Szyszlo que conserva hoy el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York. Tras una pausa, la mujer respondió: «Cómo no. Véngase a tomar un trago».
El pintor recuerda la emoción de aquel viaje con Blanca Varela en el metro hasta la casa de Georgette, en el 22 de la calle Didot, más allá de Montparnasse, un barrio venido a menos, habitado por intelectuales pobres. Subieron al cuarto piso. Tocaron la puerta. Cuando Georgette les abrió la puerta, Szyszlo quedó impresionado. Era una mujer pálida, «sin sangre», recuerda. Como quien pasa largas temporadas sin comer.
Vallejo sí está en el Perú y está en casa de Szyszlo, articulo de Enrique planas El Comercio Perú