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En Una Familia lejana, el Parc Monceau, uno de los más asombrosos jardines de París, diseñado por el Duque de Orléans, y aquí descrito como una obra de arte, auspicia milagrosos encuentros entre niños de épocas distintas:
«Branly recuerda ahora con una sonrisa entre irónica y tierna su infancia en este maravilloso lugar donde un secreto desquiciamiento de la ciudad toda aflora y se apaga, se enciende de nuevo y se apoya en el gusto de la fantasía imprevisible antes de paralizarse, finalmente, en las piedras de las ruinas fingidas. En Monceau, once años antes de la revolución, había, qué sé yo, un templo romano y una pagoda china, falsas ruinas feudales, una granja lechera suiza y un molino de viento holandés. Las mansiones burguesas que encierran por cinco de sus seis costados al parque son como las miradas de Medusa que petrificaron ese relámpago de demencia aristocrática final, desesperada y agónica».
Carlos Fuentes, Una familia lejana, p. 79-80
