«Mire, mi primer Rembrandt lo vi a los 24 años. Toda la vida había visto reproducciones, que nos es lo mismo. Esa fue una ventaja de mi viaje. Los museos se convirtieron en mis verdaderas escuelas. Llegué en un momento muy especial, pues había rebrotado el movimiento abstracto y los monstruos del arte y la literatura Picasso, Matisse, Camus, etc…, estaban allí creando»
(Fernando Szyszlo, en entrevista publicada en La República 11/07/2005)
«Lo primero que vi en París fue el museo de los impresionistas que estaba en el Jeu de Paume. Ahí vi un Van Gogh y sentí que el pelo se me erizaba. Fue una emoción increíble. Era el retrato de un poeta belga, precioso. No era de los mejores de Van Gogh -luego he visto muchos otros- pero fue el primero. Y Rembrandt, Leonardo. Me pasaba los domingos en el Louvre, que era gratis. Entre semana íbamos a las galerías donde había exposiciones excelentes de artistas vivos, como Soulages, Hartung, Schneider, Mannesier. Ver y estudiar a los clásicos fue una verdadera escuela para mí. Me di cuenta de que me faltaba mucha técnica y copiaba a algunos de ellos para conseguir los efectos que me interesaban, sobre todo las veladoras. Leí cartas de pintores, de Tiziano describiendo como pintaba. También copié cuadros. El aprendizaje continuaba.
(Fernando de Szyszlo, La vida sin dueño, p.110)
Blanca Varela: Sí, posiblemente. A mí más que la poesía me gusta la pintura. Cuando viajo, por ejemplo, casi siempre visito museos. En verdad, en Lima hay pintores interesantes y buenos, pero ver la gran pintura es una maravilla. No piense que me siento una pintora frustrada. No, para nada, porque como estuve casada con un pintor por muchos años, siempre pensé que era suficiente con un pintor en la familia. Con él hice el aprendizaje del ojo del pintor, juntos aprendimos a apreciar la pintura.
Blanca Varela, tras visitar la casa donde Van Gogh se suicidó, en Auvers-sur-Oise, escribió un poema con el mismo título Auvers-sur-Oise a modo de diálogo a ciegas con el pintor…
F.S.