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«Por aquel entonces, La Closerie des Lilas no era más que un café al que yo iba todos los días. Al lado estaba el Bal bullier que frecuentábamos con bastante asiduidad, siempre disfrazados. Una noche yo iba de monja (…) En España estas bromas se castigan con cinco años de prisión».
La entrada de la Closerie se halla semioculta tras unos árboles y un seto de aligustre. Buñuel contaba que allí fue testigo de una violenta discusión entre surrealistas que terminó con destrozos en el local lo que ocasionó que el café fuera cerrado por las autoridades. Los hechos no se quedaron en una mera anécdota para Buñuel, según el mismo cuenta en Mi último suspiro.
«Desde la rotura de cristales de la Closerie des Lilas, yo me sentía más y más atraído por la forma de expresión más irracional que proponía el surrealismo».
(Luis Buñuel y Jean Claude Carriére, Mi último suspiro).
