El exiliado suele oponer los museos a las iglesias de París porque éstas «tienen historia» mientras que «los museos encierran arqueología». Al salir del Louvre visita el templo de St. Germain l’Auxerrois, con sus imágenes de piedra muy diferentes de las que están almacenadas en el museo:
«En sus nichos están libres y no prisioneras como las del museo. […] El Cristo y los Apóstoles allí viven y se alimentan de las oraciones de los fieles».
(O. C. E.,VIII, 633)