La noche del 24 de septiembre de 1844 llega a Burdeos por última vez. Esa misma noche, en medio de uno de los conciertos que Franz Litz dió en el Grand-Théâtre, se desmaya. Sus amigos, los esposos Lemmonier, la trasladan a su casa para que se restablezca. Será este su lecho de convalescencia y muerte.
«Aquel concierto de Litz, en Burdeos, a fines de septiembre de 1844, al que asististe más por curiosidad que por afición a la música (¿cómo sería ese pianista que, desde hacía seis meses, se cruzaba y descruzaba contigo por los caminos de Francia?), terminó como otro vodevil: un súbito desmayo que te hizo rodar al suelo y atrajo todas las miradas del auditorio- entre ellas la enfurecida del propio pianista interrumpido- hacia tu palco del Grand Théâtre» (Vargas Llosa, Mario, El paraíso en la otra esquina, 448)