Desde esta estación de ferrocarril del norte de París Dalí viajaba al Moulin du Soleil, situado en un bosque en las afueras de París.
«Gala y yo habíamos ya decidido hacer un viaje a América, pero carecíamos de dinero… Por aquel tiempo conocimos a una dama norteamericana que había comprado el Moulin du Soleil, situado en el bosque de Ermenonville. Fue el escritor surrealista René Crevel quien nos presentó a ella, llevándonos a almorzar a su apartamento de París un día de estío. En este almuerzo todo era blanco
excepto los manteles y la vajilla, de modo que, si se hu biese fotografiado la escena, el negativo habría parecido ser el positivo».
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«Cada fin de semana visitábamos el Moulin du Soleil. Comíamos en el establo, lleno de pieles de tigre y loros disecados. Había una biblioteca sensacional en el segundo piso, y también una enorme cantidad de champaña enfriándose, con brotes de menta, en todos los rincones, y muchos amigos, una mezcla de surrealistas y gentes de sociedad que iban allí porque sentían de lejos que era en
este Moulin du Soleil donde «ocurrían cosas». En esa época el fonógrafo no cesaba de suspirar el Night and Day de Cole Porter, y por primera vez en mi vida hojeé el New Yorker y Town and Country.128 Cada imagen procedente de América, la husmeaba, por decirlo así, con la voluptuosidad
con que se acogen las primeras emanaciones de las inaugurales fragancias de una comida sensacional en que se va a participar».
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