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Es en París donde Joaquín Rodrigo conoce a Manuel de Falla, que había venido a principio de 1928 a recibir la Legión de Honor que el gobierno francés le había otorgado. Falla invitó a Joaquín Rodrigo a participar en el concierto homenaje que habían organizado en el Hotel de la Fundación Salomon Rothschild, donde Rodrigo interpretó su obra «Preludio al gallo mañanero» y «La Zarabanda Lejana».
«El acto de imposición por el ministro de Educación debía tener lugar en los salones del Hotel de la fundación S. Rothschild ofreciéndose un concierto que, en principio, estaba dedicado íntegramente a la boieldieula música de Falla. Sin embargo, éste quiso que se interpretaran también obras de otros músicos españoles. Entre las ochocientas personas que llenaban el salón principal se encontraban numerosos críticos de la prensa parisina y lo más selecto del mundo musical e intelectual francés. Entonces pudimos admirar el deslumbrante mecanismo del pianista (a quien una grave enfermedad privó de la vista en su infancia) así como las cegadoras maneras de su escritura para piano» (Firmado por Robert Brussel. Marzo de 1929)
«De la mano de Joaquín Rodrigo, la historia de nuestra vida», de Victoria Kamhi de Rodrigo
«De repente, por arte de birlibirloque, y cuando yo dormía a pierna suelta, el dulce sonar de los autobuses, recibo la noticia de que en el programa figuran tres obras mías, y que por añadidura las he de tocar yo; entonces, confuso, sofocado, busco al organizador, protesto, no me vale, y encima me dice que tengo que tocar «Le prelude au cop matinal», pero diablo, ¿Cómo lo sabe Vd.?, me tira la puerta en las narices como respuesta. Me voy a casa de Viñes, saltando por encima de los autobuses y corriendo más que el tranvía de las Arenas; ¡Pero hombre! me dice Viñes,¡ como quiere Vd. que toque esto si sólo quedan dos días!. Tengo que preparar una cosa de Turina, una cosa de Mompou y además su música es del demonio (…) En el concierto intervinieron el maestro Falla, que ejecutó su concierto para clavecín, Ricardo Viñes, Nin, una demoiselle y este humilde servidor. ¡Ah!, pero después del concierto es cuando yo me lucí y se quedó tamañito Falla, Viñes y todo el mundo, ya comprende Vd. que ha llegado la hora de los bombones, pasteles, sándwiches, helados, etc… Se dijeron discursitos y condecoraciones al maestro, pero yo no me enteré de nada, estaba matando el susto a fuerza de bombones y al lado de dos chicanas.»
Carta de Joaquín Rodrigo a Eduardo López-Chávarri, 25 de marzo de 1935