En el verano de 1913, Picasso escribió: «Eva y yo encontramos un taller grande y lleno de sol en el 5, bis de la rue Schoelcher».
El edificio, que ha sido remodelado, aún conserva grandes espacios para estudios de artistas, visibles desde la calle. Aquí fue donde, en 1914, Diego Rivera conoció a Picasso.
La breve amistad con Picasso fue de gran importancia para Rivera. El español era cinco años mayor que él, y además tenía la enorme confianza en sí mismo que le daba saber que poseía ya un reconocimiento internacional. La timidez de Rivera contrastaba con el amistoso afán que invertía Picasso en la compañía de otros pintores.
«Una mañana de 1914, en que Diego pintaba el doble retrato de los pintores japoneses Kawashima y Foujita, llegó a su estudio el pintor chileno Manuel Ortiz de Zárate con un mensaje de Picasso, a quien Diego aún no había tratado: «Me ha mandado decirte que si no vas a verlo, él vendrá a visitarte». Rivera enfiló de inmediato a saludar a Picasso en compañía de sus tres amigos».
(Marnham, «Dreaming with his Eyes Open»)