A los pocos meses de estar en París, la música y el nombre de Rodrigo comienzan a sonar en los círculos musicales como pianista y compositor. Conocerá a los compositores y músicos del momento y con algunos de ellos entablará amistad: Ravel, Ricardo Viñes -que le presentaría a Debussy y a Mompou-, el compositor mexicano, Manuel Ponce, el director de orquesta vasco, Jesús Arábarri etc; y empezaría a tener relación con editoriales como Max Eschig.
«Falla le había dicho a Rodrigo que le había gustado mucho su «Zarabanda lejana», y que cuando la tuviera editada que se la enviara. Rodrigo le dijo que no tenía editor, pero que esperaba tenerlo pronto. Entonces Falla le prometió presentarle el suyo, Max Eschig, cosa que hizo. También le dio un consejo que no olvidó nunca. -Rodrigo voy a darle un consejo-, le dijo, no venda nunca sus obras a los editores. Quédese siempre con un tanto por ciento, aunque sea pequeño (Carlos Laredo Verdejo: «Joaquín Rodrigo»)
«El director de la Casa Max Eschig, Jean Marietti, había tenido la generosidad de adelantar la bonita suma de diez mil francos, mientras el resto sería pagado a la entrega de la partitura. ¡Esto era jauja para nosotros, pues nos permitía comer de vez en cuando un buen filete y desayunarnos con una taza de café auténtico, acompañado de un croissant recién salido del horno!»
Victoria Kamhi de Rodrigo: De la mano de Joaquín Rodrigo, historia de nuestra vida.