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En esta esquina se cruzan dos ejes, el boulevard St Michel y el boulevard St Germain, que remiten a recuerdos y vivencias distintas de Ribeyro en París. Por un lado, el boulevard St Michel es aquella avenida de anchas veredas, hoy atestadas de estudiantes y turistas, por donde el escritor recién llegado del Perú dio sus primeros pasos por la Ciudad Luz persiguiendo a un primer amor, la famosa C. Por otro lado, el boulevard St Germain, convoca recuerdos menos gratos referentes a sus primeros meses de estadía en París en los que tuvo que apañárselas para sobrevivir a la carestía y la muchedumbre a inicios de los años 1950. A veces, al recorrer el bulevar Saint-Michel, me acuerdo de C. y me parece estar caminando sobre los pasos muertos de mi antigua primavera feliz. Mi imagen está en el fondo de cada vitrina de zapatería. Hay bares donde el vino aún se acuerda de mí, del sabor de mi boca dichosa; ¿Y cómo sé yo si alguna de mis amadas palabras de entonces no resuenan todavía entre las ruinas del museo Cluny? (La tentación del fracaso, 07/06/64, Barcelona, Seix Barral, 2003, p.282).
Otra vez en mi hotelito de la rue de Buci. Diríase que anhelaba instalarme nuevamente aquí. En Londres y Amsterdam no veía la hora de regresar. Ahora, sin embargo, me encuentro a disgusto; Estoy empezando a descubrir que París no me agrada. Estoy harto de Saint-Germain-des-Prés, del café Mabillon, del marcado que funciona bajo mi ventana. No comprendo bien a qué se debe esta aprensión. Tal vez el barrio no sea propicio. Sin embargo, creo que en ninguna otra parte de París podría vivir tranquilo. No me habitúo aún a la vida parisiense. No soporto los restaurantes de estudiantes, la congestión de los metros. (…) Debo hacer aún un esfuerzo para luchar contra mi naturaleza de incorregible solitario, hacer amigos entre os franceses, aprender bien el idioma y tratar de integrarme al medio en que vivo.
(La tentación del fracaso, 11/10/53, Barcelona, Seix Barral, 2003, p.26)
