Fernando Szyszlo frecuentó a otros artistas latinoamericanos como Roberto Matta, Wifredo Lam, Rufino Tamayo y fue muy amigo de Enrique Zañartu. Se le considera uno de los últimos testigos del avance de la abstracciónn latinoamericana.
Fui influido por los surrealistas, pero nunca me gustó la pintura descriptiva de Dalí o Magritte. Como Matta, lo mío eran formas y sensaciones, aunque si lo suyo era color y liviandad de la materia, lo mío siempre fue más oscuro, más melancólico. Perú estaba dominado por el arte indigenista y mi generación luchó mucho contra eso. De a poco la gente se interesó en ese arte más abstracto.
Los pintores latinoamericanos nos conocíamos todos en esa época. A Roberto Matta lo frecuentamos mucho hasta que murió. Su última mujer, una italiana, siempre pensaba que la gente quería sacar algo de provecho de Roberto. La última vez que estuvimos juntos en París, Roberto contestó al teléfono, algo raro, porque siempre lo hacía Germana, que solía negar que él estuviera en casa. Roberto nos invitó a cenar al día siguiente. Por la tarde del otro día llamó Germana y nos dijo que Roberto no se sentía bien y que era mejor ir a tomar un té. Y por detrás se oyó la voz fuerte de Roberto que le dijo: A cenar, carajo. Fuimos a cenar. La casa que tenía en París era fantástica, de cinco pisos, con ascensor, y en el último tenía su estudio. Todos los muebles eran preciosos, muchos diseñados por el hermano de Giacometti.
Fernando de Szyszlo, La vida sin dueño, pp. 102-103