Cuando Gabriel García Márquez decidió comprar casa en París a fines de los 70, optó por un apartamento en la rue Stanislas. Si en su primera estancia había pasado la mayor parte de su tiempo en el Barrio Latino, ahora sería un residente de Montparnasse. El apartamento estaba a cincuenta metros del boulevard du Montparnasse, pero también estaba a menos de cinco minutos de la rue d’Assas número 90.
«Ahora es propietario de un apartamento nítido y tranquilo en pleno corazón de Montparnasse. Dentro todo está vestido de colores claros, todo aparece dispuesto con orden y gusto: sillones ingleses de cuero, grabados de Wilfredo Lam, un magnífico estéreo y siempre, siempre en la biblioteca, un florero de cristal con rosas amarillas recién cortadas. Traen suerte, compadre». Plinio Apuleyo Mendoza, La llama y el el hielo, Planeta/Seix Barral, Barcelona, 1984.