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En 1938, ante el peligro de una guerra mundial que afectara a Francia, Enrique Loncán, encargado de negocios de la Embajada de Argentina en ese país, había gestionado con su Gobierno que, en caso de conflagración, Argentina acogería a los intelectuales españoles más destacados residentes en París. Pero los acuerdos de Múnich alejaron los peligros de guerra inminentes y aquel proyecto perdió su razón de ser. El grupo de intelectuales españoles que se iba a beneficiar de aquel proyecto ofreció un almuerzo de agradecimiento a Enrique Loncán en el Café Voltaire:
El lugar del íntimo homenaje lo había elegido Azorín y en torno a Loncán se sentaron don Ramón Menéndez Pidal, Baroja, Azorín, los doctores Gregorio Marañón y Teófilo Hernando, Xavier Zubiri, Fernando Ortiz de Echagüe, Aurelio Viñas, subdirector del Instituto de Estudios Hispánicos de París, el escultor Sebastián Miranda, Arturo Menéndez Calzada, Emilio Herrero y algún otro. Ramón Pérez de Ayala, que desde hacía algún tiempo se hallaba residiendo en Biarritz, enterado del gesto de Loncán y del homenaje, envió una adhesión.
(Miguel Pérez Ferrero, Vida de Pío Baroja)
