La última ocasión que Neruda pasó por Lima, a raíz del terremoto de 1970, dio un recital poético en el colegio Santa Úrsula. (…) En el recital eligió una antología de sus poemas, entre ellos algunos de los más estalinistas que había escrito. Uno de ellos hablaba de Kafka y Rilke, como esos cajones arrojados del tren de la historia. Algo así. Por esa época teníamos un departamento en la Calle Víctor Maúrtua y las fotos de Rimbaud, baudelaire y verlaine estaban colgadas en la entrada. Entró Neruda a la casa, vio las fotos -era muy inteligente- y se dio cuenta de lo que acababa de decir en el recital y con ese cinismo de los comunistas fanáticos de la época, dijo:
-Qué terrible tener que atacar a veces las personas que uno más admira.
-le voy a contar algo don Pablo – le dije- Una vez allí un poeta nicaragüense que era muy amigo mío , Carlos Martínez Rivas, y yo lo vimos pasar por la calle y decidimos seguirlo para ver qué hacía. Entró usted en una tienda de manuscritos, la esquina de la rue de Seine y la rue de Beaux-Arts. Esperamos a que saliera, entramos en la tienda y le comentamos al librero: Señor, ¿sabe que ese señor que acaba de salir es uno de los grandes poetas de habla española. Claro, contestó él. Nosotros somos grandes admiradores suyos. ¿Podría decirnos qué vino a buscar aquí. Está buscando una carta de Rimbaud, pero no tenemos ninguna. ¿Llegó a encontrar alguna vez esa carta de Rimbaud que buscaba. – le pregunté a Neruda.
-Por supuesto, conseguí una carta de Rimbaud a su cuñado, Izambard – afirmó satisfecho.
Fernando de Szyszlo, La vida sin dueño, pp.183-184